El que resiste, gana

Esta frase la oí por primera vez mientras preparaba mi tesis y mis cursos de doctorado. La persona que la pronunció era mi director de tesis entonces y actualmente es mi amigo y mi maestro. Mi manera de ser impulsiva, ansiosa de resultados inminentes hizo que me cayera fatal el consejo. ¡Pues vaya una manera... View Article

cobardia

Esta frase la oí por primera vez mientras preparaba mi tesis y mis cursos de doctorado. La persona que la pronunció era mi director de tesis entonces y actualmente es mi amigo y mi maestro. Mi manera de ser impulsiva, ansiosa de resultados inminentes hizo que me cayera fatal el consejo. ¡Pues vaya una manera de conseguir las cosas! ¡Por agotamiento!

Pero lo cierto es que es uno de esos consejos que vas asimilando cuando pasan los años y la realidad lima las aristas de la impaciencia. Hoy es el lema que podría definir la situación en Venezuela.

Ya sé que llevo unas dos semanas como obsesionada con el tema y que no hago más que escribir y comentar las novedades que nos llegan de ese país. Pero estamos ante un caso que puede marcar un sendero, una encrucijada, para la política latinoamericana. Gana la Democracia con D mayúscula o gana la manipulación y la perversión del sistema democrático. Una vez que los venezolanos deciden seguir los pasos de los estudiantes, a pesar de las bandas de boicoteadores, los que se aprovechan de la situación para robar y matar, y ese tipo de situaciones que lamentablemente se dan en cada revuelta política, exigen a Maduro que se vaya por conducir al colapso la economía del país. Podemos analizar si Maduro es la culminación del régimen chavista o su caricatura, pero lo importante es que la gente se ha lanzado a las calles y está siento reprimida con violencia oficial. ¿Eso es legítimo?

Al lado de ese fenómeno nos encontramos las reacciones de los países vecinos, menos vecinos, compañeros de lengua, amigos, y simplemente observadores distantes. Y lo más grande de todo es que no hay respuestas contundentes y claras, ninguna misiva llamativa. La tibieza con la que pronuncian ante los micrófonos mirando al papel escrito «Pedimos que acabe la violencia» suena en el aire de las calles de Tachira como el deseo de paz en el mundo de una miss regional de tres al cuarto. Son palabras vacías, dichas por compromiso, por no mojarse. Es la elocuencia de la cobardía emitida en los informativos de televisión. En resumen: un asco.

«Dejen de matar civiles» en un tono imperativo habría sido una buena manera de definir la posición de cualquier persona con cierta humanidad. Los líderes de derecha y de izquierda en España se miran unos a otros y ponen excusas del tipo «Te están manipulando, no lo sabes, pero hay intereses americanos detrás de los estudiantes» o bien «¡Pero si los venezolanos llevan protestando así por años!«.  Ah, bien. Qué tranquila me quedo. Debe ser que no hay intereses cubanos detrás de Maduro. O que nadie sabe que hay petróleo en Venezuela, monopolizado por el Estado y utilizado como silenciador. ¡Y funciona! Todos callan o hacen declaraciones blandengues, porque todos temen qué pueda hacer Maduro con los contratos que se están firmando mientras caen los estudiantes. Y luego están la derecha más radical y la izquierda más radical posicionándose una frente a la otra, más pendientes de estar bien enfrentados que de analizar qué pasa en Venezuela. Les da igual los excelentes análisis de Juan Ramón Rallo y Manuel Llamas acerca de las causas y consecuencias económicas de lo que sucede, les interesa saber dónde está su oponente para ponerse al otro lado. Y esa actitud me cansa mucho.

A mí me preocupa cuándo van a recuperar la libertad (tal vez entregada en forma de votos) los venezolanos. Me interesa saber si quienes dicen aquí «ellos votaron» creen que nosotros nos merecemos, por tanto, la corrupción y la degradación política que tenemos en España porque, queridos, «ustedes también votaron«.  Me pregunto si ese clamor en forma de susurro, ese grito en voz baja, de los líderes internacionales pidiendo el fin de la violencia no significa más bien: «Ay, dejen ya de pelearse que me van a obligar a cuestionarme mi propia hipocresía. Pacten, por favor». Yo estoy en contra de la violencia y a favor de los venezolanos. A favor de quienes piden por twitter que abran los wi-fi para que los manifestantes puedan comunicarse, quienes nos enseñan la sangre derramada, quienes tratan de organizar un poquito el caos, que intentan saltarse de alguna manera la censura informativa, y que luchan, nada más que reclamando seguridad, abastecimiento, y libertad.

El fin del régimen de Maduro implicaría que hay una esperanza para la libertad. El triunfo de Maduro mostraría de qué somos capaces los arrogantes países democráticos por nuestros semejantes, nosotros a quienes nos están pidiendo ayuda explícitamente  los venezolanos, por no mover un dedo amparándonos en la constitucionalidad, y de ese modo putrefactando ese mismo concepto, tan importante para el desarrollo político de nuestra civilización.

Y para que gane la libertad, es imprescindible que los venezolanos se crean ese consejo tan simple que me dio Carlos Rodriguez Braun hace ya mucho tiempo: El que resiste, gana.

#VenezuelaResiste #Venezuelanoestasola

1 comentario

  • jose dice:

    Hace algún tiempo, en plena cruzada del PSOE contra el franquismo, un primo de mi madre que era un niño cuando la guerra me contó que Largo Caballero decía esta frase, lo de que el que resiste gana… y me dijo “y va a tener razón, al final le van a acabar ganando la guerra a Franco”… lo cual era una forma irónica de decir que para ganar hace falta algo más que resistir. Obviamente, hace falta una capacidad importante de resistencia, pero hace falta algo más.

    Y, por supuesto, aprovecho para desear a los que están luchando en Venezuela por la libertad y contra el socialismo que tengan ese algo más que hace falta para ganar.

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