La madre de todas las liberalizaciones

«No es la madre de todas las liberalizaciones…» dice Alberto Mingardi, director del Istituto Bruno Leoni (y amigo), congratulándose por el éxito de Carlo Stagnaro tras la aprobación del proyecto de ley sobre competencia, que ya es una ley en Italia. La madre de todas las liberalizaciones es la misma madre de la próxima revolución,... View Article

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«No es la madre de todas las liberalizaciones…» dice Alberto Mingardi, director del Istituto Bruno Leoni (y amigo), congratulándose por el éxito de Carlo Stagnaro tras la aprobación del proyecto de ley sobre competencia, que ya es una ley en Italia.

La madre de todas las liberalizaciones es la misma madre de la próxima revolución, y se trata de la liberalización/revolución de la conciencia, que creo que, por desgracia, tardará bastante. Porque cuanto más observo y estudio, ahora que estoy de vacaciones y puedo permitirme ese lujo (más silencio y más estudio libre), más me doy cuenta de los enormes sesgos que tenemos al percibir la realidad.

La competencia es mala, el mercado es culpable, el Estado es un ángel (o un demonio), y Venezuela falsea las elecciones y a la vez muere de hambre y de falta de medicinas. Como el gato de Schrödinger, cuya existencia es indeterminada porque hay un 50% de probabilidades de que exista y 50% de que no exista, nuestra realidad es incierta porque es permanentemente sometida por nuestra percepción a la tortura de los sesgos, tantos como sean necesarios, para poder seguir instalados en nuestra poltrona, la de la «verdad-verdadera».

Decidimos descontando el arrepentimiento potencial de una posible equivocación, decidimos dependiendo de cómo se nos presenten las alternativas, dependiendo de si lo hacemos en público o en privado, distorsionando el coste y los beneficios de las elecciones. Eso en el día a día. Así somos los individuos, impredecibles. Uno de esos recursos para reducir el pensamiento a su mínima expresión es generalizar creando entes abstractos a quienes culpar de nuestros errores. Venezuela no comete fraude electoral, son personas determinadas, que siguen órdenes de otras personas. Hay responsables con nombres y apellidos. Pedimos tomar medidas, sanciones que no van a afectar a los responsables, y lo sabemos, pero eso calma nuestra impotencia, al sentirnos maniatados observando cómo asesinan a jóvenes con nombres y apellidos, cómo viven desnutridos y sin medicinas millones de personas particulares e inocentes, sin que la diplomacia internacional haya previsto nada al respecto.

El mercado y la competencia frente al Estado y la intervención son también dos polos opuestos que se prestan a estos sesgos. El truco número uno es definir arbitrariamente la competencia como la lucha asimétrica de la que hay que defenderse porque puede aparecer alguien mejor que tú, en vez de considerarla como un instrumento no coactivo que elimina privilegios. El segundo truco es asumir que el mercado es inmoral, o que las personas (todas) que participan en él lo son antes o después, porque es un caldo de cultivo para que se desarrolle la ambición insana, el egoísmo salvaje y que saca lo peor del ser humano. Mientras que la intervención estatal siempre es llevada a cabo por seres que se esfuerzan por el bien común, el cual conocen, anticipan y a cuyo servicio están. Que, oye, hay corrupción, pero no vamos a juzgar a todos los políticos por unas cuantas manzanas malas, que hay mucha gente trabajadora y honrada dándolo todo por el bien del pueblo. Y, mientras defienden estas consideraciones aseguran que los ricos son el mal y los banqueros lo peor. Por culpa del mercado, sin duda, y la competencia.

El ejemplo, por supuesto, es la crisis del 2008. ¡Mira que ha tenido que venir el Estado a solucionar los errores del mercado y aún andamos defendiendo sus bondades y el famoso orden espontáneo! No es que tales gobernantes no han hecho cumplir tal legislación, o que tales banqueros han mentido, con el consentimiento de los supervisores estatales, etc. No, eso no. Nos ha salvado la regulación, los reguladores, el Estado. Pero si algo no cuadra con esa explicación, no pasa nada, siempre va a venir un economista de reconocido prestigio a contarnos la milonga que haga falta, y mejor, más artículos estériles publicados.

Y lo mejor es que esas quejas serían ciertas si el libre mercado implicara que la economía funciona automáticamente, como un mecanismo, sin sesgos en la toma de decisiones, con previsión perfecta, sin esa pertinaz capacidad de meter la pata y equivocarnos de los humanos. La cosa es que el libre mercado es otra cosa, y el orden espontáneo también.

Pero no me hagan caso. No estoy en el ranking.

2 comentarios

  • ramrock dice:

    Reblogueó esto en Ramrock's Blogy comentado:
    #Actualidad #Economía #Instituciones #Liberalismo #Política #Estado #Intervencionismo

  • msacarino dice:

    Estimada Maria, soy economista español -casualmente exalumno- que lleva residiendo tres años y medio en Chile y puedo darte firmado que la regulación es necesaria. En este país (cuna de uno de los mayores experimentos neoliberales de la historía económica reciente), el papel del Estado y sus instituciones asociadas es referencial, subsidiario. La teoría neoliberal es solo buena para las empresas y grandes conglomerados que eliminan poco a poco toda la posibilidad de competencia o se coluden (como tendencia natural), para repartirse el mercado y obtener interesantes beneficios sin viso de poder ser multados o sancionados por ello, se trata del paraíso de todo empresario. Los que defienden el modelo neoliberal con frecuencia se olvidan de que solo suele ser bueno para las empresas pero pésimo para las familias y por supuesto para el Estado que se convierte en un “enano” sin oficio ni beneficio. Tampoco me parece correcto el papel de un Estado todo poderoso que decida como pensar, qué comer, qué comprar… etc. No sé que obsesión tenéis con Venezuela, por si no os habéis dado cuenta hay 194 países soberanos en esta nave espacial llamada Tierra y hay países que lo están pasando mucho peor, imaginemos por ejemplo Corea del Norte o China (si lo analizamos desde una perspectuva cuantitativa), obviamente desde un enfoque occidental… ¿qué queréis para Venezuela? ¿qué acabe como la Cuba baptista, con un títere a las ordenes de EEUU? ¿os interesan sus materias primas? ¿os molesta que exista un país socialista al estilo de Cuba en el norte de sudamérica? ¿habeis vivido alguna vez en Venezuela para tener al menos una base experiencial para criticar su sistema con tanta fiereza? Un saludo.

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