Sobre refugios y fronteras

Es fácil reconocerse en el desamparo ajeno pero todo tiene múltiples perspectivas. El tema sirio también.

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El refugio es el antónimo del desamparo. ¿Quién, sino alguien que nunca se sintió desamparado, puede negar el refugio a un ser humano? ¿Y qué persona no se ha sentido al menos una vez, siquiera en un grado mínimo, sin protección? La fragilidad, si no se sabe hacer de ella una compañera de viaje, e incluso, una fuente de fortaleza, deja un triste sabor a soledad en el corazón. Por eso es fácil reconocerse en las lágrimas del padre que, cargando con un niño de corta edad en brazos, busca refugio en alguna tierra donde poder empezar una nueva vida en la que, al menos, haya paz para su hijo.

Siria. Pero no solamente Siria. Moisés y sus liberados buscaban refugio. En el códice mexica conocido como «Tira de la Peregrinación Azteca» se relata la búsqueda del pueblo originario de México desde Aztlán hasta encontrar el lugar donde fundarían la ciudad de Tenochtitlán. Desde entonces hasta hoy, los pueblos de uno y otro continente se han visto obligados a buscar la acogida del prójimo, más o menos lejano, por motivo de guerra, catástrofes naturales, epidemias…

¿Qué hacer con los sirios sino abrirles la puerta de casa y darles cobijo? La respuesta no es tan directa. Yo no sé qué responder cuando un padre de cuatro hijos, desempleado desde hace año y medio, me cuenta que se tiene que ir del país y dejar a la familia repartida con los abuelos y tíos, para buscar trabajo fuera, y quiere saber si el cobijo no empieza por el prójimo más cercano. ¿Es la guerra una circunstancia que confiere un derecho mayor al amparo que las consecuencias de la crisis y la recesión? Ahí lo dejo.

¿Es Siria el único lugar de la tierra donde hay guerra y donde miles de refugiados necesitan ayuda? No, pero son los que llaman a la puerta aquí y ahora. Pues, nada, compartamos.

Y entonces aparece la cara B del asunto. En primer lugar, los refugiados no llevan duchas ni WC portátiles, y por donde van, dejan el rastro de la pobreza y la miseria, como cuenta Ilana Mercer respecto a cómo está quedando la frontera austro-húngara. Los que solamente vean la parte romántica del asilo a refugiados deben conocer la realidad del asunto. En segundo lugar, se empiezan a conocer historias de refugiados que prefieren ir a Alemania que a Uruguay, porque, una vez allí, son conscientes de la dificultad de trabajar y darle un futuro a sus hijos. ¿Pueden elegir los refugiados a dónde irse? ¿Pueden los países de acogida disponer de ellos de cualquier manera y hacinarlos en campos demasiado similares a prisiones?

En tercer lugar, se descubren pasaportes sirios falsificados y gentes de otras nacionalidades que se hacen pasar por refugiados para entrar en los países europeos. Unos para trabajar. Pero otros no tanto. Ya se ha desenmascarado a un terrorista de ISIS en un refugio de Stuttgart (Alemania). Y se ha descubierto una red de traficantes de pasaportes sirios robados para falsificar.

¿Se le puede pedir a la gente que hoy, 11 de septiembre, revive la tragedia de las Torres Gemelas, abra las puertas de sus casas a alguien con pasaporte sirio sabiebndo esto? Creo que tampoco. Quienes conocen el SSPT (Síndrome de Stress Postraumático) causado por terrorismo, que afecta no solamente a víctimas supervivientes sino a quienes pasaban por allí, saben que no es posible pedirles eso. La psicología social nos dice que la alarma ante la amenaza extranjera es inconsciente.

Más allá de todo esto, leo especulaciones de todo tipo. La más sofisticada es la que explica cómo los terroristas del ISIS son enviados y financiados bajo cuerda por estados Unidos para desestabilizar Europa. No llego a tanto, me parece un poquito enrevesado. Ya bastante complejo es el tema.

Yo soy partidaria de eliminar fronteras. Soy libertaria. Pero no tonta. Y eso me lleva a pensar y repensar acerca de los conflictos de seguridad que todo este problema acarrea (ven que dejo el tema económico de lado). Reconozco que tengo miedo al comprobar los incentivos perversos que se despliegan a mi alrededor, la mala fe de quienes aprovechan todo este laberinto para sembrar odio, sea por resentimiento personal o por intereses de grupo (político, normalmente).  Y me quedo con la propuesta de José María, mi «pobrólogo», que me decía: «Primero que los gobiernos que proponen acoger refugiados dejen de vender armas y municiones a los pueblos en conflicto. Luego hablamos».

(En la foto refugiados de Corea del Norte).

1 comentario

  • malthus2014 dice:

    Eso de ciudadano del mundo es muy bonito y me gusta, pero no apoyaría la acogida en la situación actual por las siguientes razones:

    -Muchos países occidentales y no occidentales, tenemos un concepto de la propiedad muy débil, es decir, no somos reyes y señores de nuestras tierras pudiendo defenderlas con las armas si fuese necesario y los estados a nivel mundia, visto los impuestos, parece que nos lo alquilan, mas que ostentar realmente la propiedad. Por tanto,
    ¿Quién sale beneficiado de esto?…el que no paga impuestos y el que vive de prestado, es decir, los que ocupan la calle, albergues y casas subsidiadas con nuestro dinero. ¿y queremos meter mas inquilinos en este sistema, que roba rentas de los que producen a los parasitos?, ¿Qué van a valer sus divisas, si es un país en guerra y posiblemente quebrado?, ¿Qué propiedades van a poder comprar?, ¿Quiénes van a absorber esa fuerza laboral en detrimento de los que ya están lampando sin trabajo y con este intervencionismo sindical?. No lo veo.

    -Hay que limpiar antes nuestra casa y fijar las propiedades individuales, poner en orden el sistema perverso de distribución de rentas, mandar a la calle a los corruptos y amantes de la discriminación positiva, derogar impuestos…en fin, arreglar nuestro país antes de meternos mas presión de la que ya hay, ese dicho popular: “eramos pocos y pario la abuela” o si gusta de la física, “aumentar la entropía del universo”.

    -¿A caso son todos estos que entran por las fornteras inocentes?, ya se ha visto que no, como dice Godiva. Mas del 70% son jóvenes de 30 años y varones, ¿no serán ellos lo sinsolidarios que han dejado a sus conocidos atras? o ¿es como dicen, una marcha verde encubierta y sin niños?.
    Sea como sea, yo creo que si les deberían dar armas, todos deberíamos tener el derecho de proteger nuestra propiedad privada, aunque sea con las armas, TODOS. Asi se cumpliría la máxima: «El pueblo no debería tener miedo del estado, es el bobierno/estado el que debería temer a su pueblo».

    Entiendo las motivaciones liberales y estoy de acuerdo, pero no con esta injusticia que tenemos que arreglar antes, como diría el p-lib, en futuras legislaturas.

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