La mujer contra la ideología

La convocatoria de la huelga feminista de los años 70 en Islandia nos enseña que la ideología marxista divide a las mujeres y que el individualismo es la única base desde dónde se lucha y se respeta.

Hace exactamente un año era noticia la estatua de «La niña sin miedo» que supuestamente se enfrentaba al toro que representa el mercado de Wall Street. La interpretación de esta obra de arte urbano como si las mujeres fuéramos a detener al mercado siempre me ha parecido un sinsentido. Prefiero a la mujer incorporada por derecho propio a ese mercado, sacando rendimiento, enriqueciéndose, emprendiendo. Ahora ha aparecido otro toro que, igual que en la desafortunada interpretación del año pasado, pretendiendo potenciar a la mujer, lo que hace es perpetuar su papel secundario en nuestro mundo. Se trata de la mujer contra la ideología.

Ayer sábado, en el programa de La Sexta Noche, en el que tuve la oportunidad de expresarme durante un minuto de reloj, más o menos, una de las discusiones más enconadas se refería a si la huelga feminista era ideológica o no, y si, yendo más allá, alguna huelga puede no estar politizada. Una persona me discutía en Twitter que la pionera huelga feminista en Islandia en los años 70 había sido convocada por un colectivo como las Redstockings, feministas super radicales. Así que el feminismo necesariamente es marxista. Sin entrar en sus formas, según ella fruto del subidón del jueves, quiero dejar claro que se equivoca del todo, y con ella todos los demás que defienden la politización e ideologización como algo intrínseco a la huelga feminista. Y la mejor muestra es lo que pasó en la propia organización Redstockings en los años 70.

Es de conocimiento público que, si bien la primera idea era convocar una huelga feminista de izquierda radical, la propias convocantes se dieron cuenta de que no iban a conseguir nada y eliminaron la ideología de su Manifiesto. En él, a pesar de que es marxista al plantear la defensa de la mujer como una lucha de clases, reconoce en el primer párrafo la importancia de la lucha individual y hace hincapié en la inclusión de todas las mujeres, conservadoras o no, feministas o no, recalcando que no se trata de buscar qué es reformista o revolucionario sino que es bueno para las mujeres. Por supuesto echa la culpa del racismo, la pobreza, la opresión y de todo lo malo que hay sobre la tierra al hombre. Eso que quede claro.

Pero un recorrido por la historia de estas mujeres nos enseña algo muy importante: fue un movimiento cuyo compromiso ideológico las dividió.

Primero, porque algunas eran excluyentes (como las feministas radicales actuales) y segregaban a las mujeres entre las que saben y aquellas a las que, pobrecitas, les han lavado el cerebro y no hay que considerar. En el manifiesto, de hecho, se deja claro que las abajo firmantes no defienden esa división entre mujeres, y son más partidarias de la persuasión y la concienciación que de la guerra entre mujeres o la descalificación.

El segundo punto, aún más polémico es que subrayan que todos los hombres son culpables de la explotación de todas las mujeres, sin distinguir entre gays o lesbianas. Para ellas, la homosexualidad era «otra» batalla política diferente. Así que, los hombres gays son tan culpables como los demás y las mujeres lesbianas no están más liberadas por el hecho de serlo. Hay varias acusaciones de homofobia dirigidas a las Redstockings.

Y es que, el problema del colectivismo y del marxismo lleva a estas incongruencias: acabas por tratar de someter a quienes intentas liberar, porque la realidad, la aplastante realidad, es que somos personas diferentes, somos individuos heterogéneos. Y, si bien podemos defender cada cual sus intereses de manera conjunta (como se hace en un think tank, en una plataforma, firmando un manifiesto…), no podemos hacer pasar a todas por el mismo aro. Ni es el camino dar codazos, descalificar, tratar como mujer de segunda, a la que no piensa como tú.

Me dio mucha pena escuchar ayer a determinadas mujeres jóvenes que organizaron la huelga por distritos como quien organiza la fiesta de final de instituto o un festival indi. Repitieron eslóganes, los de siempre, sin fundamentar, como repiten la lección para aprobar. Una de ellas me pidió mi email para tomar un café y charlar. Ojalá me escriba y podamos hacerlo.

Me quedé con ganas de darle la razón a Nacho Escolar: ha sido un triunfo de Podemos que, sin aparecer en el manifiesto, se ha llevado los honores, entre otras cosas porque ni Ciudadanos ni PP tuvieron la idea de redactar un manifiesto paralelo (como el Manifiesto que firmamos en El País mujeres muy diferentes, unas más afines, otras como el agua y el aceite, y que se puede firmar en #NoNacemosVictimas). Rajoy y Rivera han caído en la trampa y han quedado fatal.

La mujer estibadora que no quería cuantificar la brecha salarial (que es una cantidad de dinero, es una medida standard) se quedó sin saber que el sindicato de estibadores de Algeciras que han prohibido que haya mujeres estibadoras, se han sumado a la huelga. Pero dado que se sumó hasta un obispo, a pesar de los ataques a la Iglesia Católica, tal vez le pareció normal.

Nadie le dijo a la mujer que representaba a las limpiadoras del hogar que es su responsabilidad exigir contrato y todo lo que eso implica, como todos los autónomos de este país que pagan un pastón a Hacienda. Y que hay que denunciar los incumplimientos de contrato.

Eva, que representaba a mujeres empresarias, tuvo que aguantar que un cantamañanas que no sabe lo que es arrimar el hombro, se mofara de que una empresaria pudiera hacer huelga. Luego me contaba, mientras se fumaba un cigarro, que algunas de sus representadas, empresarias de micro empresas y autónomas, van al trabajo al salir del hospital de recibir quimioterapia por cáncer de mama, o que no respetan la baja por maternidad en contra de la prescripción médica porque es su responsabilidad que la empresa vaya bien. Me contaba las barbaridades que hacen muchas jovencitas super mega liberadas sexualmente pero borrachas o puestas hasta las cejas,  sin ninguna información, y por tanto, que no saben a lo que se exponen. Y ya sabemos que ser libre es ser responsable.

También tuve la oportunidad de ver cómo una mujer que sí ha logrado ser ingeniero y madre, no entendía el enorme esfuerzo que hace Laura #Malamadre por explicar que muchas mujeres que no han tenido sus circunstancias favorables, no quieren renunciar a ser madres y criar a sus hijos, ni tampoco renunciar a su carrera, y que tal vez la flexibilidad laboral sería un buen paso en el camino.

Yo habría hecho huelga si se hubieran defendido los derechos tanto de Dolores Ibarruri como de Carmen Polo de Franco, dos mujeres opuestas a mí por su ideología, por su forma de mirar al mundo y por sus respectivas opciones de vida. Para bien o para mal, ni me someto a ningún hombre ni me someto a otra mujer.

Para mí un manifiesto fundacional, como el programa de un partido político, no son papeles donde hay que poner cualquier cosa. Ni se firma a ciegas, ni se vota a ciegas. Especialmente en un país donde no hay rendición de cuentas. No se penaliza, sino que se premia, mentir en campaña electoral. Y en cada vez más sitios.

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