Las cuotas. De nuevo.

¿Vivimos en un mundo en el que hay muchas mujeres cuyo talento es desperdiciado porque hay prejuicios? Muy probablemente. ¿La solución es la coacción? No. Para mí, no lo es. Primero, porque la obligatoriedad no genera responsabilidad, ni cambia la mentalidad de quienes aún tienen prejuicios. Y, segundo, porque defiendo que es perjudicial para las mujeres verdaderamente valiosas.

Las cuotas. Yo no soy muy partidaria. Me explican que, en origen, se trataba de fomentar que los hombres de determinadas profesiones en las que no había ninguna mujer tuvieran la ocasión de tratarnos laboralmente y comprobar que, entre nosotras, también hay buenas profesionales. También sé que hay puestos en los que se requiere una figura de autoridad y es necesario una persona, hombre o mujer, adecuados. No todas las mujeres ni todos los hombres son aptos para estos puestos. Tampoco se pide que todo el mundo ejerza la autoridad de la misma manera. Se trata de que esa persona se gane el respeto y la obediencia de los subordinados. Sí, las mujeres en general dan menos apariencia de autoridad. Es un prejuicio extendido y no siempre reconocido. Y, muchas veces, es verdad. Otra cosa es que más allá de la apariencia, seamos capaces de dirigir equipos y hacernos respetar como líderes de la manada. Lo somos, unas más y otras menos. Como los hombres. De ahí el insulto terrible y común que humilla al hombre poco asertivo: calzonazos.

¿Son las cuotas el medio de asegurar que se traspasa ese prejuicio? ¿Son las cuotas la manera de lograr que las mejores lleguen a puestos que están ocupados por hombres menos capaces? ¿Solamente mediante la coacción es como las mujeres vamos a ganarnos una mirada igualitaria por parte de la sociedad?

Las cuotas aseguran que el número cuadre. Mitad y mitad. Y eso puede permitir que las mejores se hagan cargo de responsabilidades para las que están sobradamente preparadas. Pero también puede permitir que las mediocres se hagan cargo de responsabilidades para las que no están en absoluto preparadas, pero, por una condición sobrevenida por nacimiento, acceden a ese puesto por delante de un hombre. La misma discriminación contra la que lucho, pero inversa. O mal llamada “positiva”. Un nombre errado porque para mí, la discriminación por sexo nunca es positiva. 

¿Vivimos en un mundo en el que hay muchas mujeres cuyo talento es desperdiciado porque hay prejuicios? Muy probablemente. ¿La solución es la coacción? No. Para mí, no lo es. Primero, porque la obligatoriedad no genera responsabilidad, ni cambia la mentalidad de quienes aún tienen prejuicios. Y, segundo, porque defiendo que es perjudicial para las mujeres verdaderamente valiosas.

Las distorsiones generadas en el ambiente laboral por las cuotas son nefastas para quienes merecen por sí mismas llegar a lo más alto. La sombra de  ser “la de la cuota” es atroz. La conozco: “Menos mal que estás tú, porque si no, no habría ninguna mujer”. ¿Es muy importante que haya “alguna” mujer? ¿es prioritario que las mujeres estemos representadas en todos sitios? ¿Y los hombres? ¿Debe haber paridad en las reuniones de clubs de punto de cruz? ¿Es bueno que toda la sociedad esté representada en todos los ámbitos artísticos, sociales, educativos e investigadores?

Desde mi punto de vista, es bueno que cada cual se dedique a aquello que ama. Y si hay trabas para que una joven brillante se doctore en biología genética por la dificultad de combinar las decisiones personales como formar una familia y tener hijos, creo que debe haber un diálogo entre las personas involucradas en este conflicto. También creo que hay que explorar vías de conciliación familiar sin traspasar la frontera de la privacidad de la vida en común de los ciudadanos.  Creo que si usted, hombre o mujer, no tiene ninguna duda de que las mujeres somos muy talentosas, puede abrirnos puertas, animar a que más mujeres se acerquen a su oficio, visibilizar a las mujeres que brillan. Enseñar a las nuevas generaciones de niñas que por narices tiene que haber paridad, muchas veces sin mérito, porque el hecho de ser mujer implica un plus, no es una buena educación. Primero, porque los pluses que vienen de nacimiento, como la inteligencia o la belleza, no dependen del sexo. Y, además, si competimos, competimos de verdad. No hombres contra mujeres, sino hombres y mujeres con un fin común, que es el avance de nuestra sociedad, o de nuestra empresa, o de nuestra universidad o escuela. Competimos contra las adversidades, no contra nosotros mismos. 

Y luego está el ejemplo, que es el mejor de los maestros. Si usted pertenece a un partido que alardea de feminista y exige cuotas por todos lados, no coloque a su señora de ministra, que queda muy feo. Sea ejemplar.

Por desgracia, hay muchas mujeres mediocres que están haciendo unas carreras fantásticas, quitándoles el sitio a hombres y mujeres estupendos, que lo harían mejor. Son las más fieles y serviles y las que más daño hacen a la causa. Los estómagos agradecidos no tienen sexo.

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