La responsabilidad no vende
La responsabilidad no vende. A veces porque no se sabe qué es; a veces porque hemos abandonado la sana costumbre de reflexionar sobre nuestros actos; y, en otras ocasiones, cada vez más, porque hemos descubierto rutas de escape que nos permiten esquivarla.
Ni la individual ni de otro tipo. La responsabilidad no vende. A veces porque no se sabe qué es; a veces porque hemos abandonado la sana costumbre de reflexionar sobre nuestros actos; y, en otras ocasiones, cada vez más, porque hemos descubierto rutas de escape que nos permiten esquivarla.
Sea en política o en nuestra vida personal, la responsabilidad es un concepto pasado de moda y hasta mal visto. Y es así tanto en España como fuera de nuestro país.
En las últimas semanas este problema se ha mostrado en todo su esplendor. Un niño es secuestrado y asesinado por la novia del padre en unas circunstancias penosas. Y se me ocurre tuitear el mensaje “Los padres solteros somos responsables de nuestros hijos, en qué manos les dejamos, a qué personas les presentamos. Hay que escuchar a los niños“.
Además de la discusión acerca de los problemas que presenta cómo asume cada niño el que su padre o su madre tengan nueva pareja, que es muy variable y tiene muchos flecos que no vienen al caso, alguien directamente me increpó: “¿Entonces yo soy culpable del maltrato sufrido porque tenía que haber elegido mejor a mi novio?“. De ahí a acusarme de estar culpabilizando al padre del asesinato del pobre Gabriel, me llovieron todos los tuits posibles. Fue inútil explicar nada. Cuando no se quiere escuchar no hay nada que decir. Pero mi aprendizaje es lo mal que entendemos la responsabilidad.
Hoy se ha fugado la enésima revolucionaria independentista catalana. Para muchos, un acto de inteligencia ante su posible encarcelamiento. No cuentan los ideales que decían defender, ni la responsabilidad hacia esa mitad del pueblo catalán que voto por la independencia pensando que había un proyecto detrás. La república líquida, le llaman. Una vergüenza, desde mi punto de vista.
La responsabilidad es la capacidad para hacerse cargo de las consecuencias de tus actos. En el caso en que hayas cometido un delito, además de ser responsable, eres culpable y has de cumplir con la sociedad y con los afectados. Si aciertas en tus actos, las consecuencias serán positivas. Si te equivocas, asumirás los perjuicios. Cuando una persona maltrata a otra, la víctima nunca es culpable de nada. Y no hay más que decir. Nunca. Pero ¿es responsable? Sí, va a hacerse cargo de las consecuencias, por desgracia, y lo deseable es que sea capaz de actuar para salir de ese infierno. Pero si no lo es, y sigue psicológicamente enganchada, tampoco es culpable. Está atrapada. Es como si se culpa al secuestrado si no puede escapar del encierro.
Los padres somos responsables, somos quienes asumimos las consecuencias de dejar a nuestros hijos en manos de mala gente, o buena gente, o personas demasiados mayores, o demasiado jóvenes. Eso no quiere decir que si una cuidadora pega a mi hijo, yo deba ir a la cárcel, significa que las consecuencias las asumo yo, no el señor que pasa por la calle, ni el Estado. El Estado atrapa al delincuente y lo mete entre rejas. Pero quien habla con el niño, quien pone los medios para que no le afecte, soy yo.
Asumir las consecuencias de nuestros actos no debería abrumarnos sino que deberíamos aprovechar las lección, especialmente cuando nos equivocamos. Eso requiere humildad, reflexión, autoestima, compasión y valentía. Porque no se trata de autoinculparnos y minar nuestra propia estima. Significa mirar los hechos de frente. Es extremadamente difícil cuando los hechos que te sobrevienen son intolerables, no son fruto de una decisión tuya, pero te han salpicado a ti. Por desgracia, hay ocasiones en las que no hay nadie a quien reclamar. Y, aún así, hay que tirar para delante asumiendo uno las consecuencias de lo que ha pasado.
El que la responsabilidad no esté de moda explica que se vote a políticos irresponsables, que se dedican sobre todo a exculpase a ellos mismos y toda la sociedad de lo que pase. La proliferación de chivos expiatorios, que normalmente son aquellos que no piensan como tú, cuya presencia te cuestiona, va unida a la epidemia de la crispación y la violencia en las calles y las universidades. Y esa actitud es un buen indicador de la miseria intelectual y moral en la que vivimos. Ante eso, solamente quedan la higiene intelectual y la resistencia pacífica. Y esas cosas no van ligadas a ninguna ideología. Avisados.