Coronavirus: la fuerza de la responsabilidad

Es en estos momentos, en los que todos estaríamos tentados de desear tener a alguien al mando para que tomara las decisiones necesarias para sacarnos de esta situación cuanto antes, cuando la fuerza de la responsabilidad de cada persona puede dar testimonio del valor de la libertad. Istituto Bruno Leoni.

(Transcribo el editorial del Istituto Bruno Leoni, cuya sede principal está en Milán, acerca de la libertad, la responsabilidad y el coronavirus. Pongamos que hablo de Milán Madrid).

Hay dos libertades que siempre damos por sentado. Pensar y decir lo que quieras y moverte. El compromiso que se les ha pedido a los lombardos y venecianos primero, y hoy a todos nosotros, es cuestionar el segundo. Es mucho, para aquellos que, como nosotros, tienen la suerte de poder moverse sin tener en cuenta a nadie en toda Europa. Incluso si quedarse en casa lo máximo posible no es comparable con el arresto domiciliario, recordaremos este momento como un fuerte cambio de hábitos y algunos sacrificios.

En comparación con el drama excepcional que está experimentando Italia y, en primer lugar, las estructuras y los trabajadores de la salud, las elecciones y acciones del gobierno parecían confusas, caóticas y poco sustentadas. Mensajes contradictorios, disputas institucionales entre el gobierno y las regiones, quizás utilizando fuentes inadecuadas y, sobre todo, filtraciones. La decisión vigente a partir de esta noche de extender los límites de circulación a toda Italia con una especie de zona naranja, donde, aunque no está prohibido moverse, sólo puede hacerse por razón de necesidad demostrada y no satisfecha, también parece una respuesta a iniciativas regionales de cuarentenas que florecieron después de la «fuga» de Lombardía, causado por la mala filtración del decreto anterior. Veremos cómo se pueden respetar los límites y las prohibiciones. No es fácil quedarse en casa, para una población acostumbrada a moverse fácilmente, pero tampoco es fácil controlarlo, especialmente si, como parece, no se había pensado previamente en una organización de controles. Además, no está claro si tales controles pueden prepararse de manera realista, en la medida en que serían necesarios.

Sin embargo, queremos pensar que las elecciones del gobierno son conscientes de esto. Limitar las prohibiciones a actividades públicas o abiertas al público y, por otro lado, confiar la decisión de sus movimientos individuales al sentido común de las personas es, queremos creer, un gran acto de confianza en la responsabilidad individual, una especie de llamada a la capacidad de reacción de la sociedad, más que una orden imperativa. Estas cuestiones, hemos leído estos días, están fallando en los países autoritarios. Está claro que los países autoritarios son lugares donde es más fácil decirle a la gente qué hacer. Las sociedades libres siempre revelan una cierta cantidad de caos. Pero también son, con mucho, un mejor lugar para vivir. Es en estos momentos, en los que todos estaríamos tentados de desear tener a alguien al mando para que tomara las decisiones necesarias para sacarnos de esta situación cuanto antes, cuando la fuerza de la responsabilidad de cada persona puede dar testimonio del valor de la libertad.

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